Los afar y el desierto del Danakil.
Hace unos 35 millones de años, a más de 3000 m de profundidad, cerca del centro líquido de la tierra, el calor extremo y la presión empujaron una burbuja de roca líquida hacia la superficie. Una vez alcanzó la corteza terrestre, se dilató bajo ella como una gran ampolla de 1600 km de ancho y abrió el paisaje a la mitad.
Lo que quedó tras esta conmoción fue un páramo volcánico, situado en el Cuerno de África, que se superpone con Etiopía, Eritrea y Djibouti, la Depresión del Danakil. En este punto, la corteza terrestre se separó tanto al agrietarse, que todo el paisaje se hundió, alcanzando algunas áreas hasta 150 m por debajo del nivel del mar. Su geografía hace que la brisa fresca no pueda llegar hasta allí, y que el calor no logre salir, por lo que este lugar, se convirtió en uno de los más ardientes de la tierra.
Pero hace tan solo unos 30 000 años, algo cambió, y en un tiempo geológicamente corto, esta zona se llenó de agua de mar. El avance constante de esta gran grieta desencadenó la aparición de una serie de volcanes, provocando el aislamiento de este mar con el resto de océano.
Posteriormente, las altas temperaturas hicieron el resto, el agua se evaporó gradualmente, y dejó atrás algo de incalculable valor, la SAL. La falla del Rift, trajo la sal, y la sal, atrajo a los AFAR. Los habitantes del desierto Afar, quienes extraen sal desde hace 2000 años. Sus orígenes son inciertos y probablemente fueron pueblos que llegaron hace unos 3000 años a la zona y que se fueron mezclando con los habitantes que ya se encontraban aquí junto con oleadas semitas posteriores, que provenían de la península arábiga, muy probablemente de Yemen.
En los climas cálidos, la sal ha sido siempre un bien muy preciado. Durante miles de años, esta ha sido utilizada como moneda de cambio en toda África Oriental. Los Afar la llaman el oro blanco.
A las 11 de la mañana, en los meses cálidos, se pueden llegar a superar los 50º, y bajo estas condiciones, los focolo o cortadores de sal, fragmentan el suelo a golpes y extraen grandes bloques que tallan en losas de unos ocho kilos llamadas amolé.
El cloruro de sodio que extraen es tan puro que ni tan siquiera necesita ser refinado. Directamente, puede utilizarse como conservante o como sal de mesa. Una vez cortados los bloques de sal, estos se cargan en camellos que formarán caravanas de hasta 100 individuos y que emprenderán el largo camino hacia Assaita, donde venderán la sal.
160 km, 7 días de viaje por un lugar en el que durante 9 meses del año no cae ni una sola gota, separan el lugar de extracción, del mercado. No hay duda, el Áfar es un pueblo valiente y resistente, pues, sino… quién podría sobrevivir en el mismo infierno.
Con la llegada de los árabes, alrededor del s. X d. C. este pueblo nómada adoptó el Islam, aunque nunca han llegado a abandonar por completo su religión tradicional. Y aunque mayoritariamente son musulmanes, sus matrimonios, por ejemplo, son monógamos. Estos son siempre concertados, siendo habituales los enlaces entre primos.
La mujer puede casarse a partir de los 10 años, una vez se le ha practicado la infibulación (ablación parcial del clítoris con cosido de la vulva). Tradicionalmente, un hombre no podía casarse si antes no mataba a otro, demostrando así su valía, y colgándose del cuello o de su casa los genitales de su oponente.
Los Afar, no se dedican únicamente a la extracción de sal. El pastoreo es otra de las actividades económicas de este orgulloso pueblo, con lo que son constantes sus movimientos para asegurarse la supervivencia del ganado. Es por eso que sus casas son construcciones frágiles que les permiten ser desmontadas y reubicadas con facilidad. Estas, llamadas ari, se cargarán sobre camellos para volver a formar un nuevo poblado en otro lugar.
La carne, la leche y el té, que es servido a todas horas, son los componentes principales de la dieta Afar. La leche forma parte importante en la tradición de la hospitalidad. Por ejemplo, cuando a un invitado se le da leche caliente para beber, el anfitrión está indicando al invitado que puede contar con su protección; y si en esta situación el invitado fuere asesinado, su muerte debe vengarse como si él fuera un miembro del clan.
Este es un pueblo fuertemente arraigado a tradiciones y creencias mágicas. Por ejemplo, creen que hay ciertos árboles sagrados, llevan amuletos para protegerse, hacen ofrendas para asegurarse su protección o incluso celebran la “fiesta de los muertos” la Rabena, pues creen que los restos de los muertos son muy poderosos.
Hoy en día, y debido en parte a cuestiones políticas y medioambientales, la supervivencia de los Afar se ve amenazada. La falta de lluvia de esta última década ha provocado una grave crisis en este pueblo, uno de los más afectados por el cambio climático.
Pero hay algo que aún preocupa más a los Afar. La carretera que el gobierno está construyendo y que llegará al mismo fondo de la depresión del Danakil. Qué será de este pueblo si los camiones pueden llegar hasta el mismo salar. ¿Cuál será su futuro si las caravanas ya no tienen sentido?
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