Uzbekistán, la Ruta de la Seda.
Cuando nos planteamos realizar un viaje por la zona de la antigua Ruta de la Seda, habitualmente nos dejamos llevar por los sueños que hemos ido acumulando con el paso de los años tras leer libros, novelas o escuchar las numerosas historias y leyendas sobre esta milenaria ruta.
Después de nuestra última visita a esta zona central de la Ruta de la Seda, estamos todavía más convencidos de que un viaje a este lugar hay que plantearlo como solían hacerlo los antiguos mercaderes, filósofos, ejércitos y viajeros de aquellos tiempos.
En contra de lo que se cree habitualmente, por aquel entonces, las personas que utilizaban estas rutas no viajaban de este a oeste o a la inversa en toda su totalidad, sino que recorrían algunas zonas geográficas de la Ruta, según sus intereses o necesidades. Esto no quiere decir que no se pudiera hacer o que no se hiciera, pero lo habitual era que solo se utilizaran partes de esta ruta.
Intentar plantearnos hoy día un viaje por la totalidad de la ruta de la Seda sería algo no demasiado recomendable.El tiempo a utilizar para poder disfrutar como se merece de esta zona del planeta, de las maravillas culturales y arquitectónicas, así como de la gran diversidad de paisajes, sería tan extenso que necesitaríamos meses para llevar a cabo este gran sueño que es, realizar en el siglo XXI los viajes que se realizaban allá por el siglo II a. C. hasta su decadencia, aproximadamente sobre el XV DC. Aunque, poner una fecha al origen de la Ruta de la Seda ha sido y es, todavía hoy, un dilema no solucionado.
Se dice que en sus inicios, esta ruta era parte de un eje de comunicaciones de jinetes mensajeros que llevaban las noticias de un lugar a otro. Esto dio paso a un eje de comunicación geográfica que los habitantes del Imperio de Xian utilizaron sobre el 119 a. C. para fortalecer su poder con los reinos vecinos del Asia Central, más concretamente con los pueblos de la zona del valle de Fergana (Uzbekistán), de Tayikistán, Kirguizstán y el resto del actual Uzbekistán y, de esta manera hacer frente y derrotar a las poderosas tribus nómadas y al prácticamente invencible ejército de los Hunos.
Más tarde, el ejército chino amplió su poder no solo en el interior de su territorio, sino también hasta el mismo valle de Fergana. De esta forma se aseguraron el tráfico de las diferentes mercancías que abastecían toda esta enorme extensión de tierra.
Esta expansión de poder y por consiguiente de aumento de mercaderes viajando por estas rutas, fue de tal envergadura que llegó a unir Oriente con Occidente, el Imperio Chino con Roma, enlazando entre sí ciudades tan fabulosas como Samarkanda, Damasco, Bagdad, Constantinopla (Istanbul) y atravesando accidentes geográficos de más de 5.000 ms de altura (Pamir), el desierto del Gobi que en lengua Mogol significa, «lugar sin agua» y el Taklamakan, que, traducido viene a decir algo parecido a "allí donde entras, pero no sales".
Imaginemos pues, cómo aquellos antiguos viajeros tenían que cruzar todas estas peligrosas regiones para unir las culturas de Oriente y Occidente. El motivo principal, de aquella época, como ha quedado claro, era el tráfico de mercancías, pero es importante aclarar que la seda no era el único bien que se comerciaba. Productos como el oro, la plata, piedras preciosas, perfumes, tintes, cristal, etc., iban de Occidente hacia China y las pieles, la cerámica, la porcelana, el jade, el bronce, las especies y como no, la seda, viajaban de Oriente hacia Occidente.
De hecho, la Seda llego a Roma cuando el emperador Wu Di envió una delegación con estos tejidos en el 110 a. C. Fue entonces cuando las familias más poderosas de la ciudad se enamoraron de esta nueva forma de tejido y se dispusieron a pagar grandes cantidades de dinero para poder vestir con la espectacular Seda.
El final o decadencia de la Ruta de la Seda queda más claro. El auge de la navegación abriendo rutas marítimas en el siglo XV, así como el nacimiento de nuevos imperios como los mogoles, los turcos, selyúcidas y otomanos y, como no, el árabe, fueron causas más o menos decisivas en el declive del eje comercial por tierra de la Ruta.
Por todo ello, y después de nuestro último viaje de inspección a esta zona central de Asia, os invitamos a que descubráis este interesante y mítico lugar. Nuestra recomendación es dedicar como mínimo 10 días de viaje a la tierra donde la Ruta de la Seda encontraba, sin duda alguna, las ciudades más hermosas de su recorrido, Uzbekistán. La visita a la ciudad de Khiva, escondida entre sus murallas, a las puertas del desierto, la maravillosa Bukhara donde pasear por sus calles milenarias que nos conducirán hasta espectaculares Medersas (escuelas Coránicas) y Caravanserais (antiguos alojamientos para los viajeros) y, como no, conocer la que probablemente sea la ciudad más espectacular y mágica de toda la Ruta, la ciudad mítica de Samarkanda. Pocas veces se puede estar en una ciudad tan hermosa como esta. Sus mausoleos, Medersas, observatorios, etc., son únicos en nuestro planeta.
Pero no solo de ciudades vive este país, sus paisajes son impactantes, cordilleras con más de 5000 m de altura sobre el nivel del mar, lagos, desiertos, el mítico mar de Aral y sobre todo los pequeños pueblos situados entre fértiles valles, olvidados por el turismo, rodeados de impresionantes jardines naturales de flores y árboles frutales que convierten este lugar, hoy en día, en lo que ya era en su época más gloriosa, el mejor oasis de toda la Ruta de la Seda.
En resumen, hacer un viaje a Uzbekistán es hacer un viaje a lo que nosotros le llamamos como, la auténtica frontera entre Oriente y Occidente. Si la ruta de la Seda era conocida como una ruta de intercambio de mercancías, nosotros cada vez que regresamos a esta zona de Asia Central estamos más convencidos de que la Ruta era, además, la ruta del intercambio de Culturas y este fue el lugar donde, posiblemente por su estratégica situación geográfica, la frontera entre ambas culturas se ve y se vive de una manera, aún hoy, extraordinaria y única.
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