El desierto del Namib.
Namib significa “enorme” en lengua nama, su extensión es de unos 81.000 km², formados por una franja de tierra árida, paralela a la costa, de 2.000 km de largo, y una anchura que oscila entre los 80 y los 200 km.
Este desierto de dunas rojas es considerado el más antiguo del mundo, se cree que su origen se remonta a unos 65 millones de años, durante la Era Terciaria, época en la que se extinguieron los dinosaurios.
Sus límites están marcados por el río Orange, que marca la frontera con Sudáfrica, y el río Kunene, frontera entre Namibia y Angola al Norte. No fue hasta 2013 cuando la Unesco declaró al Namib como Patrimonio de la Humanidad.
Nama
Lengua de origen khosain y caracterizada por el uso abundante de chasquidos. Es la lengua hablada por los nama o nàmáqua “gente nama”, el grupo étnico más numerosos de la familia kxoe. También es hablada por los Damara y los Topnaar.
Hasta mediados del s. XIX los nama vivieron en los alredores del río Orange, aunque posteriormente se expandieron hacia el norte, llegando hasta la actual Windhoek, para más tarde ocupar las tierras de los Herero, aún más al norte.
El Namib se divide en dos regiones climáticas separadas por la Walvis Bay con el cañon del río Kuiseb y el trópico de Capricornio.
La zona del norte se caracteriza por una leve lluvia recibida mayoritariamente en verano, y que oscila entre los 20 mm en la costa y los 85 mm del interior. A diferencia del norte, el sur, prácticamente no recibe ni esa escasa lluvia, y esta puede aparecer durante cualquier época del año. Es en esta zona austral donde se encuentra la reserva del namib Naukluft Park, con temperaturas muy bajas y donde incluso no son extrañas las heladas durante el invierno.
El desierto del Namib arranca en tierra, concretamente en el desierto del Kalahari, donde el río Orange arrebata la tierra y la arrastra hasta la costa Atlántica. Posteriormente, esta es devuelta de nuevo a tierra, algo más al norte, por la corriente de Benguela.
Durante milenios, esa arena color ocre primero y rojiza, después, debido a la oxidación del hierro que contienen, se ha ido desplazando hacia el interior donde, con el tiempo, se ha petrificado formando el corazón de roca sólida de las dunas pero manteniendo su característica de arena móvil en la superficie.
Vida en el Namib
Pareciera que no puede existir vida en un entorno tan hostil como es el desierto del Namib, pero no es así. La corriente de Benguela que recorre la costa Atlántica, se ha convertido en fuente de vida. Esta impulsa una masa de aire frío y seco hacia el interior, que, en contraste con las altas temperaturas, crea intensas nieblas que han pasado a ser, prácticamente, la única fuente de agua para algunos animales y plantas.
Es el caso del escarabajo stenocara gracilipes, quien, cada amanecer, levanta la parte trasera de su cuerpo para que los húmedos vientos matinales depositen gotitas de rocío y que estas rueden por su caparazón hasta alcanzar la boca. O la víbora enana, quien utiliza sus escamas para atrapar el vapor de la niebla, o la Welswitschia, una extraña planta endémica del desierto del namib y algunas zonas de Angola.
La Welwitschia mirabilis ha desarrollado una rara y simple estructura que consiste en un tronco corto y grueso del que nacen dos largas hojas en forma de cinta que crecen continuamente hacia el suelo. A lo largo de su vida, cada una de estas plantas solo desarrolla dos protuberancias, pero las mismas se dividen en segmentos al ser azotadas por los duros vientos de la región.
Para protegerse del sol sin morir en el intento, la Welwitschia mirabilis emplea sus largas hojas, de hecho, las más largas del reino vegetal. La superficie de estas estructuras cubre a la planta, permitiéndole vivir a temperaturas tan elevadas como 65° C. Además, mantiene frío y húmedo el suelo donde crece.
Pero no solo la corriente de Benguela permite la vida en el interior del desierto, también es la responsable de que las aguas que bañan su costa estén cargadas de nutrientes y plácton, lo cual permite la vida de una gran abundancia de peces que, a su vez, atraen a otros muchos animales. Este es el caso de la nutrida colonia de osos marinos que vive en Cape Cross.
Por desgracia, esta ha ido disminuyendo de los 300.000 ejemplares que habían llegado a ser a unas decenas. Además de la presencia de carroñeros como los chacales, que esperan pacientemente para poder devorar alguna de las crías que han muerto aplastadas o desnutridas por el abandono de sus madres, es habitual ver esta colonia rodeada de turistas. La cantidad de pescado que llegan a consumir los osos marinos es tan elevada (se estima que puede alcanzar las capturas realizadas por la flota Namibia y Sudafricana juntas) que ha causado serios conflictos con los pescadores de la zona y propiciado la caza controlada de estos animales.
Curiosamente, también podemos encontrar otros animales como algunos antílopes, avestruces, hienas, e incluso algún elefante, jirafa, leones o rinocerontes negros. La proximidad del Parque nacional de Etosha, junto con la presencia de algunas charcas propiciadas por débiles cursos de agua, han permitido la creación de corredores que se abren paso hacia el interior y que permiten el acceso de estos animales.
Costa esqueletos
Recibe su nombre de la cantidad de restos de naufragios que descansan en el litoral, dando lugar a un paisaje casi fantasmal. La costa rocosa está afectada por una peligrosa corriente oceánica fría que provoca densas nieblas que se convertían en una trampa mortal para las embarcaciones que pretendían acceder a la zona para cazar ballenas. Incluso si se intentaba acceder a la costa con embarcaciones pequeñas desde los barcos balleneros, estas muy probablemente no podían regresar jamás, ya que el fuerte oleaje junto con la niebla impedían que los marineros volvieran mar a dentro.
Los náufragos quedaban entonces atrapados en una playa donde cuya única escapatoria era un desierto abrasador durante el día, de bajas temperaturas nocturnas, y donde la fuente más cercana de agua ase encontraba a kilómetros y kilómetros de ardiente arena. Por lo que su costa se convertía realmente en una trampa mortal.
La Duna 45
Aunque el desierto del Sáhara sea el más grande del mundo, el desierto del Namib posee las dunas más altas del planeta, llegando a alcanzar las medidas de un edificio de 60 pisos. Las dunas más altas se encuentran rodeando Sossuvlei, “el punto de no retorno” una antigua laguna convertida en salar y dentro del parque nacional de Naukluft, una zona de 50.000 km² y cuyo tamaño equivaldría a Suiza.
Quizás la duna más conocida es la Duna 45 con 300 m de altura, aunque la más alta sea realmente la Duna 7 con 380 m de altura y más cercana al mar. Las dunas que se encuentran más próximas a la costa y dispuestas en forma paralela a esta reciben una numeración como si fueran calles. En cambio, las dunas que se encuentran en el interior y que tienen forma de estrella reciben números particulares, por ejemplo, la Duna 45 se llama así porque está a 45 km de Sesriem.
Es habitual ver grupos de turistas ascender hasta la cima de la Duna 45 para poder disfrutar de uno de los momentos únicos de cualquier viaje a Namibia, observar la salida del sol y como los primeros rayos del día hacen cambiar el color del desierto dejando atrás la fría noche.
Sossusvlei y Deadvlei
Localizado en el parque Nacional de Namib-Naukluft, el salar de Soussusvlei es quizás uno de los lugares más icónico de Namibia. Es sin duda un paraíso para los amantes de la fotografía y por supuesto de los desiertos con sus altísimas dunas de colores anaranjados y rojizos en contraste con el amarillo pajizo.
Muy cerca, encontramos la“Deadvlei”, la laguna muerta, un lago seco de arcilla blanca rodeado por dunas. Esta superficie de arcilla se formó después que el río Tsauchab inundara la zona, creando un pantano de poca profundidad, y que permitió que crecieran acacias.
Pero cuando el clima se volvió más cálido, las dunas rodearon el lago, impidiendo que el río volviera a aportarle agua. Eso hizo que las acacias se secaran y dieran lugar a este curioso cementerio de árboles momificados. Curiosamente, no son árboles petrificados. La falta de humedad ha impedido la descomposición de estas antiguas acacias, algunas se cree que pueden tener más de 900 años, manteniéndose así sus esqueletos, ennegrecidos por la continua exposición al sol que los ha ido requemando. Este antiguo acuífero seco, de blanca arena cuarteada, se ha convertido en un escenario único para los visitantes.
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