Ladakh, la tierra de los dioses
Al Norte de India, a una altitud de más de 3.000 m sobre el nivel del mar, y abrigada por los Himalayas y la cordillera del Karakórum, encontramos la región de Ladakh. Un lugar, con una riqueza paisajística y espiritual, que deja sin aliento a cualquiera.
Conocida como “la tierra de los altos pasos”, esta región ha sido, desde tiempos inmemoriales, un cruce de caminos culturales y comerciales, pues por ella pasaban las míticas rutas de la seda y los caminos del incienso.
La ruta o camino del incienso es una antigua red de rutas comerciales para el intercambio de incienso y otras especias, altamente valoradas en tiempos antiguos, y que unía Egipto y la península arábiga con India y China.
Ladakh, debido a su estratégica ubicación geográfica en la meseta tibetana, su cercanía a importantes pasos montañosos, y la protección que ofrecía a los comerciantes, se convirtió en un cruce vital en esta red de comercio.
Precisamente, esta geografía tan excepcional es la que ha permitido que los ladakhis se hayan mantenido increíblemente arraigados a sus costumbres y tradiciones, evitando la influencia externa, haciendo posible la preservación de su cultura, y que su herencia espiritual siga viva, y casi intacta hoy en día.
Ladakh, territorio de dioses
El título "Ladakh, territorio de dioses" no es un simple recurso para darle aspecto literario a este artículo; sino que refleja la esencia de esta tierra sagrada. Ladakh es en realidad un mosaico de religiones donde el budismo tibetano es la gran estrella. Pero, aun así, en esta tierra también conviven comunidades musulmanas, hinduistas y un pequeño grupo de cristianos. Una diversidad religiosa que se ha mantenido en relativa armonía, y ha contribuido en la rica herencia cultural y espiritual de la región.
El Budismo en Ladakh
La llegada del budismo a Ladakh es la historia de la región como punto estratégico en diferentes rutas comerciales. Con ellas llegaban gentes de otros lugares, y con ellos sus culturas y creencias. Aunque no se sabe con exactitud cuando llegó a la zona, se cree que fue durante el s. II a. C. que penetró desde el oeste, por Cachermira, cuando la religión Bon era la predominante. En realidad, hablamos de que, en esa época, tendrían lugar dos acontecimientos que marcarían esos primeros contactos.
1. El Emperador Ashoka. En el s. II a. C. el emperador Ashoka de la dinastía Maurya, envió misioneros a diversas partes del imperio para difundir el budismo, y aunque no sabemos con exactitud si esos emisarios llegaron precisamente hasta Ladakh, su patrocinio del budismo, ayudó, indudablemente a la expansión del este por el noroeste de India.
2. Las Rutas Comerciales. Como ya hemos comentado, Ladakh era un cruce de camino, una encrucijada para las principales rutas comerciales que, no solo atravesaban Asia para conectar con la península arábiga y por extensión con la región del Mediterráneo, sino que también lo era para las rutas internas que conectaban Asia Central, el Tíbet y el subcontinente indio.
El imperio Maurya: Primer gran imperio unificado de la india, y que abarcaba norte y centro del subcontinente además de algunas regiones de Pakistán y Afganistán.
A lo largo de los siguientes siglos, el budismo tibetano fue consolidándose en el territorio, uno, gracias a figuras como Padmasambhava, conocido como Gurú Rinpoche, quien difundió las enseñanzas tántricas, y estableció monasterios y centros de meditación por toda la región. Y dos, por la explosión budista que tuvo lugar en el Tíbet durante el reinado de Trsisong Detsen, contagiando también a la región de Ladakh por su proximidad y contactos comerciales.
Ya en el s. XV, con la fundación del Reino de Ladakh por parte del rey Llachen Bhagan, el budismo tibetano se promueve activamente y se construyen algunos de los monasterios más importantes de la zona como el Thiksey y Hemis, convirtiéndose en los guardianes de la fe.
Monasterios y Gompas: Guardianes de la Fe
Uno de los monasterios más antiguos y famosos de Ladakh es el de Thiksey. Construido en el siglo XV, Thiksey destaca por su arquitectura y su gigantesca estatua de Maitreya (el futuro Buda), de 15 metros de altura. Es, además, un lugar ideal para presenciar ceremonias religiosas y festivales, ofreciendo una vista panorámica impresionante del valle del Indo.
Otro monasterio destacado es el Monasterio de Alchi, con elaborados frescos y esculturas del siglo XI. A diferencia de otros monasterios construidos en colinas, Alchi se encuentra en un valle, lo que lo hace más accesible, pero igualmente impresionante.
El Islam en Ladakh
A diferencia de sus vecinas Jammu y Cachemira de mayoría islámica, los ladakhís, especialmente de la zona de Leh y el Valle de Zanscar, siguen siendo budistas tibetanos, aunque no hay que menospreciar el crecimiento que el islam está teniendo en la región.
Pero, ¿cuándo y cómo llega el Islam a Ladak? Pues como pasó con el budismo, llega por las mismas vías, los comerciantes y misioneros provenientes de otras regiones de Asia durante el s. XV. Hacia finales del s. XVII tuvo lugar un acontecimiento que marcaría la presencia del islam en la zona, y fue la invasión del territorio por parte de China debido al apoyo que Ladakh había ofrecido a Bután en su disputa por el Tíbet. En esa ocasión, Cachemira acudió al rescate pero, a cambio de la construcción de una gran mezquita en Leh y la conversión del Rey al Islam.
Actualmente, la comunidad musulmana de Ladakh, aunque minoritaria, sigue teniendo un impacto significativo en la región. Los musulmanes de Ladakh son predominantemente chiítas y sunitas, y sus mezquitas, como la histórica Jama Masjid en Leh, son testimonios de su rica herencia.
Hinduismo y Cristianismo
Tanto el hinduismo como el cristianismo tienen también presencia en Ladakh, aunque como religiones minoritarias, especialmente el cristianismo.
En el caso del hinduismo, su presencia es, básicamente, a través de los trabajadores migrantes y militares establecidos en la región.
El cristianismo llegó a Ladakh a través de misioneros, deportistas y turistas europeos a finales del siglo XIX. Aunque la comunidad cristiana es pequeña, su presencia es notable en instituciones educativas y de salud, como la histórica Iglesia Moraviana en Leh.
Así que Ladakh, esa región de belleza natural asombrosa, es una pequeña isla en la que parece haberse detenido el tiempo, un lugar lleno de espiritualidad, donde las tradiciones ancestrales siguen arraigadas profundamente en su población.
Si deseas conocer este lugar, recuerda que la ruta, El País de los Dioses, es una oportunidad increíble, no solo para viajar a través de sus paisajes, historia y ciudades, sino también para hacerlo a través de sus religiones, ya que además de Ladakh, te llevará hasta Cachemira, pasando antes por lugares tan emblemáticos para el hinduismo como Rishikesh. Un viaje, como bien dice su nombre, al País de los Dioses.
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